Habla el film coreano del sur de Hong Sang-soo de que todo cambia en un instante. La vida, el amor, el deseo. el argumento el chiste fácil, el beso, son cosas rápidas que puedes hacerlas de una manera o de otra. Como los intermitentes. Seguramente no hay un estilo coreano cinematográfico, pero si una fijación en el cine oriental, por el plano fijo, la secuencia larga, el corte inmediato y el rigor de la lentitud. Ahora, una primera parte mas suave y después, llega la aspereza dura. Y todo a partir de este instante, un flechazo, el surgir de lo que sea primera vista, que el maestrazgo del director, lleva por la senda del análisis de la condición humana, inmiscuyéndose en sus vidas interiores dando voz filosófica a un hecho que podría haber ocurrido en Nueva York. Es un cine de sueños. Lo que explica y lo que da, al espectador no enterado. Diríamos que como en un proyecto de Allen, la segunda hora solo cambia los diálogos. Si un cineasta llega a un templo para visitarlo, se encuentra con una joven pintora que le invita a su piso a ver la obra, cenan en un bar y acuden a una fiesta bañada en alcohol que tiene un día siguiente, pues los mismos planos pero de cariz diferente. El joven cineasta visitante, ofrece una proyección y su consiguiente coloquio. Después de En otro país, (segundo estrenado de su total de 20) Sang soo, descarta una historia y deja dos. Film magnifico para los que tienen poco tiempo pues pueden a salir a la mitad y han visto un relato placentero, divertido, que levanta el animo. La segunda parte,el después del ahora, no.
lunes, 9 de mayo de 2016
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