La familia Savages es uno de estos films magníficos pero que cuestan de ir a ver. Un material sensible que solamente se puede mejorar en manos de otro director que no sea Tamara Jenkins. Laura Linney y Phillip Seymour Hoffman, nominados al oscar en una ostentosa y creíble interpretación son dos hermanos que viven equidistantes de su padre, ya mayor y que inicia un proceso senil que les obliga a vivir juntos el declive del progenitor. Directora y guión se benefician de estos dos monstruos de la escena que bordan sus papeles rellenando cualquier vació, arreglando cualquier desperfecto dramático. Ellos hacen que el triángulo gire como una rueda, como un carrete del rollo.
Los hermanos se sustentan en amantes casados o polacos, trabajos esporádicos y aspiraciones a becas que permitan ser escritora o trabajos sobre Brecht desde una fría universidad de Buffalo. El padre no puede mantener su relación en un apartamento soleado, y sin haber ejercido nunca de padre se enfrenta a los tristes recuerdos de sus hijos. El tono negro de Alexander Payne, (A propósito de Schmidt, Election o Entre copas), impregna el film de comedia ácida. Pero verdadera y dura. Como las familias mismas, salvajes o no.
lunes, 7 de abril de 2008
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