Ya habíamos tenido la antena puesta en este blog. No suelo propiciar esta dualidad o doblez. Supimos los que pensaba su director, Esteban Sapir de ella. De una película muda, recordamos Metrópolis, con una música excelente de Leo Sujatovich, rellenada con el silencio de Tarkowsky porque alguien se ha llevado de una población, las voces de todos sus habitantes. Hay que acoger este silencio, dejarse llevar por su banalidad, oír su mensaje revolucionario y maravillarse con un enigma que nos supera si queremos claro. Cuando se pone la antena dentro del cine, uno recibe la señal del nacimiento del séptimo arte, le permite soñar, que no dormirse, con las raíces de lo importante y sentirse cerca de los grandes pioneros y reinventar el expresionismo y cualquier vanguardia que se os ocurra. Una recompensa para nuestra inteligencia como casi siempre ocurre cuando vencemos la reticencia a visionar cine mudo, que recordemos nació mudo y no quería hablar, dejando en el camino a grandes mitos de la pantomima.
La película la financia el fondo de un magnifico y silenciado festival que es el de Rotterdam y que ha lanzado al universo filmico grandes talentos independientes . Ahora nos regala una fantasía que nos hipnotiza precisamente en este valle de antenas caídas de recepción digital terrestre.
martes, 13 de mayo de 2008
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