DAniel Burman es un director agradable. Se de él El abrazo partido, Esperando al mesías, Todas las azafatas van al cielo. Me ha gustado menos su cierre de trilogía Derecho de familia, escrita en tres actos y donde exhuma sus fantasmas personales demasiado coloquialmente. Algo parecido le ocurre al nido vació, vacío porque los hijos al fin vuelan de casa. Conjuga momentos muy bien preparados cuando casi desconocemos a los personajes con salidas de pata de banco como la larga cena inicial con los amigos. Por buscarle una virtud es su adecuacion al tono familiar de grandes desastres que adecua en el guión al lado de pequeños eventos muy cercanos a todos en lo cotidiano. Protagonistas en crisis en todos sus papeles en la vida, sean profesionales o vitales, pero dentro de un cine tan optimista en el que a cada preocupación se le ofrecen varias salidas y así da gusto reconciliarnos con nosotros y con el mundo que nos rodea.
Lo mejor del film es pero la exploración del hundimiento del matrimonio por el paso de los años y de la erosión de la relación personal. También la medición de las distancia afectivas entre los miembros de la unidad familiar demasiado tiempo tiempo mantenida. Excelentes en la primero no y después si, aceptacion de los cambios que se producen en el exterior y interior de uno, Oscar Martinez y Cecilia Roth, que junto con Ines Efron y Arturo Goetz, renuevan sus ilusiones aun a costa de pagar un alto precio en las distancias intimas por ello.
Burman es en definitiva el standard del cine argentino actual, en el punto medio las historias complacientes y otras de mas mordientes y devastadoras. Es la consistencia y la equidad.
domingo, 26 de octubre de 2008
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