Una vez mas Werner Herzog, como hizo en Aguirre o la cólera de dios, El enigma de Gaspar Hauser, Fritzcarraldo, Grito de piedra, Stroszeck y Woyzeck, medita sobre la sociedad contemporánea, las vivencias al limite, la colisión entre culturas. Lo hace con aquel sentido de la observacion privilegiado que le convierte en uno de los documentalistas, mejor que cineasta, mas lucidos del momento. Mas intelectual, mas irónico, mas innovador y mas progresista o rompedor. De izquierdas no se yo. Como cuando concibe imagenes en globo sobrevolando el lago Ness con hombres que viven en plena naturaleza, siempre queda la sensacion de filma alguna cosa mas que escapa a la realidad que se nos muestra.
Antes de embarcarse en el remake de Abel Ferrrara, El teniente corrupto, el cineasta alemán se ha dirigido al corazón de la Antartida para filmar con su personalidad lindando con la locura, los cambios evidentes del hombre y de la naturaleza en la que intenta sobrevivir. Como en toda su obra la ficción se confunde con la realidad y aunque haya perdido su talismán que era Klaus KInski, siempre al limite también del drama y la discusión, conserva su ezquizofrenica interpretación. Aquí participa el mismo y Ryan Andrews, hipnotizando al espectador y dejándole en el estado de transito inconsciente al que se dirije el planeta.
lunes, 20 de octubre de 2008
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