Yojiro Takita. Oscar al mejor film no ingles del 2008, concreta las estrategias mortuorias dramáticas en un guión argumental y en algunos salvajes cambios de tono que le acercan a la mas burda comedia. Lo demás son florituras visuales un tanto absurdas como la panorámica que nos muestra al protagonista Masahiro Motoki tocando el violín en un prado con viento, sentado en un tamburete con las montañas al fondo y dejando sonar la ñoña banda sonora del film.
La tensión dramática queda desubicada nada mas empezar el film. Y básicamente es porque no nos explica porque la muerte, pero especialmente los trabajos que la rodean están tan estigmatizadas por los japoneses, ellos que han sido kamikaces. En cambio filma todo tipo de estereotipos sobre el Japón rural, sus gentes buenas, las extraordinarias relaciones familiares y la sublime manipulación de la emoción.
Un joven músico fracasado, vuelve a su pueblo para hacer de nokanshi, que según la tradición budista es el que se dedica a limpiar el cuerpo de los muertos, amortajarlo ceremonialmente para ser incinerado, delante de la atenta mirada de los familiares. Profesión tratada con desprecio por los nipones, que a pesar de su repugnancia es como una orquesta de actuaciones, un arte riguroso y que aporta el confort y la resignacion suficiente a los parientes mas afligidos. Sirva de reflexion en unos días de muertos ilustres en nuestro mundo de mitos y culturas, para ver como los occidentales, exorcisamos el dolor o la papanateria.
sábado, 4 de julio de 2009
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