Marc Abraham ha optado por volar bajo al expresar el sueño de un hombre. Su factura de telefilm no cuadra con un hombre que llego a perder a su familia y casi el sentido en aras a la obsesión por su cruzada legal de su invento. Ser fiel a los hechos en este caso corre en contra del relato como inspiración. La lucha a favor del humilde contra el poderoso, aunque fuera a prisión por no poder pagar la pensión a su ex, oculta buena parte de las sutilezas y subterfugios que le condujeron a una demasiado pobre victoria legal que le sirvió de poco.
El ingeniero Robert Kearns invento el limpiaparabrisas intermitente en los años 50 y Ford le robo la idea. Les suena el caso de Tucker?. El titulo del filme alude a una decisión del Tribunal Supremo de los EUA el 1941 por la cual una idea, para ser considerada invento, su responsable tiene que demostrar una chispa de genio creador. El film demuestra que Kearns los demostró, y aunque los componentes del invento ya existían, el los combino de una manera novedosa. Combinacion genial que no sucede con los elementos del film.
Gregg Kinnear con su interpretación intenta crear una historia emotiva basada en los hechos reales que no son precisamente reconfortantes. Coincide con Lauren Graham en que un limpiaparabrisas es una parte muy importante de un vehículo, pero con Dermont Mulroney coincide en que no es un artefacto muy dramático, básicamente porque no tiene sentimientos. La historia, mas industrial-dramática que dramática-industrial, nos deja la sensacional de que debíamos habernos leído antes el manual de instrucciones. Y como diría Alan Alda en el film, nunca lo hacemos.
viernes, 8 de mayo de 2009
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