No es una película para echar a la hoguera de Sant Joan aunque sea lenta y repetitiva intencionadamente. Con violencia gratuita, el drama de Enrique Rivero es una buena sátira sobre los engaños de la aparente buena relación entre clases sociales.
Un poco de psicodrama mejicano, una gotas de biopic y un fondo de thriller se ven en unos encuadres precisos y preciosos, aunque simples, que revierten el estilo en presunto cine de autor primerizo.
Rivero utiliza la semántica como formula, especialmente en el interior de la casa que es donde practicamente transcurre todo el film. Cámara plantada, midiendo continuamente la media distancia con Norberto Coria, Nancy Orozco, Tesalia Huerta o Celina Altamirano. Cuando salen a la calle, la cámara se sube al pescuezo y capta un exceso de color que es el que perturba y consigue la sensacion de amenaza.
En la casa, a la vez santuario y prisión, se exhiben las rígidas rutinas diarias de las tareas domesticas, que escenifican el miedo al cambio y la soledad inerte del protagonista. Una isla en la que los posibles visitantes son una amenaza para su burbuja de paz, su monotonía prefabricada y su estabilidad. Todo explota cuando su administradora decide vender la propiedad, relegándole a la marginalidad y haciéndole perder su único medio de supervivencia. No lo consentirá.
miércoles, 24 de junio de 2009
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