Sus obligadas menciones a la destrucción de la naturaleza de Miyazaki Hayao desde Porco Roso, o la venganza de esta contra el ser humano siempre están pintadas con extraordinarios colores pastel con una enorme energía en su expresión nada contenida. Su estructura gráfica es un deleite por su desprecio a la lógica narrativa.
El director de casi 70 años se dirige a los niños haciéndose uno de ellos, con su caótica y exhuberante imaginacion. Una mirada mayúscula del mundo nipón al clásico Andersen de quien ya adapto La sirenita y Mi vecino Totoro en un homenaje a la infancia de 6 años, la misma edad que tiene el divertido POnyo.
martes, 28 de abril de 2009
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